¡ DIOS PERDONE AL HOMBRE
...!
-Poema de Audroc-
(Dios confundió la lengua de los
hombres cuando intentaron llegar al cielo…
La moderna Torre de Babel procura
llegar al cielo levantando nuevas torres …
Seguirá el hombre desobedeciendo
a Dios eternamente …?)
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Parte un carro de fuego
que va al cielo …
¡ Oremus … Oremus …!!!
¡ Khriste eléison …!
¡ Khriste eléison …!
Cuando cruzaste los mares
del silencio
y llegaste a la luna,
yo te vi en la pantalla reflejado;
yo te vi vencedor de la gran curva
del último eslabón con que la
tierra
nos tiene aprisionados…
Yo te vi caminar sobre el
satélite
que Cupido flechó con dardos blancos
desde el verbo feliz. Rayo
celeste.
Sortilegio de arenas en mis manos
y a la par de sentirme
alborozado
tuve un miedo profundo…
No sé si era gloria la alcanzada
o
si en la gloria se enlodaba al mundo…
Miré en horror de sombra
aquél intento.
Sabía yo, que tus ojos eran,
espectros sin razón ni
pensamiento,
y a su vez, a tu razón faltaban,
pupilas con visión de
entendimiento.
Sentí la soledad como algo mío.
Sentí la ingravidez,
cual si flotara
con avidez de ala en el vacío.
Sentí como el flamear de
mil banderas
cruzaban los umbrales de los mitos…
Sentí miedo de ver en el
hastío,
a un hito sobrehumano entre laderas,
que no oía las voces ni los
gritos
desde un paisaje gris, sin primaveras;
donde el polvo, celando de
sus ritos,
los sellaba con labios de canteras …
Sentí el vértigo
cruzando paralelas
como sables en luchas denodadas
y en sus oblicuas,
vislumbré parcelas
de piedras milenarias,
computadas con ojos de
gacelas
en vientres y cabezas abultadas …
Tuve miedo además, por tu
descenso.
Te imaginé, rodando eternamente,
por la curva ventral del giro
inmenso,
y a la cosmogonía, indiferente,
entre nubes agnósticas de
incienso…
Tuve miedo también
por la memoria
del Monte Sinaí. Pabilo y ceras.
Estrella de Belén. Lazo en
victoria,
en torres de Babel, muecas de esperas,
y el castigo de Dios,
por vana euforia …
¿Qué fue esa torre comparada al vuelo…?
¡Primera
insensatez… Fatuo desvelo…!
Dios les habló por rebelión
notoria,
fustigando el afán de hollar el cielo
en un acto de soberbia
inquisitoria…
¡En cambio tu…!
Llegaste al mismo
fondo
de los ecos augustos del misterio.
¡En cambio tu…!
Cruzaste por lo
inmenso
con un carro de fuego.
Pretendiendo hacer tuyo…
¡hasta el
salmo Coral del universo !
Y no encontraste a nadie en
el camino.
Ni a un Dios que te
imprecara el desatino,
ni el alma penitente de un
converso.
Ni un decálogo nuevo para
un mundo
cada vez más extraño y más adverso,
ni viste el Trono Celestial
promeso,
y atemperar con ello en
Segismundo
la dual locura convertida en rezo.
Sentí de pronto que en
aquella nave,
el canto de David, era profano.
Que de sueños Daniel, ya
nada sabe,
y que el velo del Santuario fue un arcano.
Que iba Judas
masacrando un ave
con un Jesús llevado de su
mano.
Entonces, me sentí parte de
nada,
y en la explosión cegado mi sentido.
Ví que la luna del cielo está
alejada,
y estábamos cual tu, todos perdidos,
en la ilusión feliz de las
moradas.
Más, temeroso, recordé que
no era todo…
Que existía otro cielo y otro cielo,
como enseño el Rabí
leyendo al lodo,
y en la luz de otro fuego, llegó en vuelo,
al racimo y a
la espiga, de otro modo.
Por eso me sentí
desamparado:
-¿Soplo de Luz o Soplo del Abismo…?-
Desde esa dimensión
donde has llegado
me traes frutos de mieses de espejismos
sobre el surco
de nubes que has arado.
Sentí miedo, astronauta de la luna,
cuando
cruzaste del cielo sus desiertos
y no se alzó en tu ruta mano
alguna
saludando tu paso a cielo abierto,
ni hubo voz estertórea, cual
ninguna…
Tuve también terror
de tu periplo
al ver faltar las gibas
caminantes:
La alforja suspendida, en
el misterio,
que va desde las novas más distantes
hasta la fe del ensoñado
ciclo,
en busca de horadar todo el camino
para llegar a la estrella más
ignota,
que traiga en su mensaje algún destino,
en el milagro del agua, en
una gota,
o en el fósil de un liquen ambarino.
Logrado ello, encenderán
las teas
de una nueva Babel, en canto vivo.
El hombre es soledad
cuando se encumbra.
Lámpara gris por esmeril
turbada.
Llama de amor que
medra en la penumbra
de un solo amanecer, sin madrugada,
desde el signo
interior que su alma alumbra.
Profeta de un pretérito de
acaso,
lo ven mis ojos en su razón perdida,
cuando en la luna se quedó mi
paso,
y todos los temores por la vida
fueron temores por la muerte
acaso…
Tengo el miedo de todos
esos miedos
que la imagen detuvo en la pantalla,
desde esa angustia que
enlazó mis dedos
en el ruego de perdón por nuestra raza
…
¡De mis sueños…!
¡Ay... Mis
sueños…!
¡Quedan pocos…!
¡Al volverse agridulces sus
panales
por esa insensatez, que dan los locos…!
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Parte un carro de fuego
que va al cielo…
Dios Perdone Al Hombre
¡ Oremus … Oremus …!!!
¡ Khriste eléison …!
¡ Khriste eléison …!